El piloto grancanario participó en la edición del año 1997 al volante de un Toyota Celica GT-Four y con Gaspar León a las notas. Después de superar las dos primeras etapas, las más largas del itinerario, el campeón de España de 1991 abandonó al poco de iniciar la tercera y última. Una placa de hielo tiró por tierra sus posibilidades de volver a Mónaco.

El miércoles 22 de enero del año 1997, José María Ponce experimentó la que ha catalogado como la «mayor frustración» de su carrera deportiva. Tres días antes, el grancanario iniciaba su participación en el 65º Rally de Montecarlo. A los mandos de un Toyota Celica GT-Four, el campeón de España del 1991 comenzaba una aventura muy diferente en la que tendría que batallar en unas condiciones diametralmente opuestas a las del Archipiélago: nieve, hielo…

El primer tramo de aquella edición de la ronda monegasca discurría por las calles del propio Principado. Junto a Gaspar León, el mayor de los Ponce pasó a velocidad de competición en curvas icónicas del Mundial de Fórmula 1: Sainte Devote, Tabac, La Rascasse… Esa especial urbana se desarrolló bajo la lluvia. El fuego real empezaba en la jornada siguiente. La acción se desplazaba a los alrededores de los Alpes franceses. Era la hora de las ruedas de clavos.

José María estaba ante el reto más grande su trayectoria, el de obtener agarre en carreteras repletas de elementos invernales. Su sorpresa, rodar más cerca de los tenores mundialistas en las especiales más delicadas que en las que lucían mejores condiciones para un canario. No encontraba explicación a esa circunstancia. Pero seguía adelante y luchando por un sitio en el top veinte de la clasificación general. Y a esa zona de la tabla accedió a mitad del rally.

En la penúltima etapa, celebrada un martes, Ponce registró una evolución considerable, una que le permitió escalar al decimoséptimo puesto absoluto. Sin embargo, su ‘Monte’ terminó antes de tiempo. Cuando ya abordaba la parte final del itinerario, una placa de hielo le envió a la cuneta. Su artefacto cayó encima del Ford Escort RS Cosworth del francés Pierre-César Baroni. Los allí presentes lo intentaron, pero no hubo opción alguna de devolverlo al asfalto.

Foto: autor desconocido

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